Leyenda

Adaptada de la versión del ilustre periodista, poeta, político, diplomático y académico papanteca José de Jesús Núñez y Domínguez:

Una de las esposas del rey Tenitztli, tercero de la dinastía Totonaca, tuvo una niña tan hermosa que le pusieron el nombre de "Tzacopontziza" (Lucero del Alba). Para que nadie disfrutara de su belleza, fue consagrada al culto de la diosa Tonacayohua. Sin embargo, un joven príncipe llamado "Zkatan-Oxga" (el joven venado) se enamoró de ella a pesar de que sabía que tal sacrilegio estaba penado con la muerte.

Un día que "Lucero del Alba" salió del templo para ofrendar unas aves a la diosa, su enamorado la raptó y huyó con ella a lo más abrupto de la montaña. No habían avanzado mucho cuando se les apareció un espantoso monstruo que, envolviendo a ambos en oleadas de fuego, les obligó a retroceder rápidamente. Al llegar al camino, los esperaban los sacerdotes de Tonacayohua que, furiosos, degollaron al príncipe y a la princesa en el acto. Sus cuerpos fueron llevados hasta el adoratorio, donde les extirparon sus corazones y los arrojaron a una barranca.

En el lugar en que se les sacrificó, la hierba empezó a secarse, como si la sangre de las dos víctimas allí esparcida tuviera un maléfico influjo. Pocos meses después, empezó a brotar un arbusto que, en unos cuantos días, se elevó varios palmos del suelo y se cubrió de espeso follaje. Cuando alcanzó su crecimiento total, empezó a nacer junto a su tallo una orquídea trepadora que, con asombrosa rapidez, echó sus guías sobre el tronco del arbusto. Parecían los brazos de una mujer, sus guías eran frágiles, de elegantes y cinceladas hojas.

Una mañana, se cubrió de flores pequeñas y delicadas, y todo aquel sitio se inundó de inefables aromas. Los sacerdotes y el pueblo no dudaron que la sangre de los dos príncipes se había transformado en arbusto y orquídea. Su sorpresa fue aún mayor cuando las florecillas adorantes se convirtieron en largas y delgadas vainas que, al madurarse, despedían un perfume todavía más penetrante. A partir de ese día, la orquídea fue declarada como planta sagrada. De la sangre de una princesa nació la vainilla "Caxixanath", flor recóndita.